29 de abril de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 11"

Todos saben lo que hará Sisi. El chofer frena en la puerta de su casa, y sabe que Sisi subirá, se sentará detrás de él, pedirá silencio de radio, que lo lleve por el camino largo, y bajará la ventanilla a pesar del frío para sentir el aire en la cara. Sabe también que está cansado. El portero sabe que Sisi bajará del auto mirando el piso, que no levantará la mirada, que le tocará el hombro al pasar a su lado, y que irá directo al vestuario. Sabe también que no durmió la noche anterior. El técnico sabe que Sisi no hablará hasta finalizar el partido, que a pesar de no mirarlo, lo estará escuchando, y que espera que él le entregue la cinta de capitán, como cada vez. Sabe también que las pesadillas son cada vez peores. Sus compañeros saben que tienen que esperar a que Sisi salga del vestuario rumbo al césped para seguirle los pasos, saben que sólo tienen que asegurarse de que la pelota le llegue a los pies, y que no habrá conjuro mágico que pueda torcer el rumbo de este equipo de diez jugadores más Sisi. Saben también que Sisi es Sisi, y que pende de un sueño. Todos saben lo que hará Sisi. El único que parece no saber cuál es el próximo paso, es él mismo. Todas las veces.

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