13 de abril de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 9"

Poco a poco, y sin darse cuenta, Sisi comenzó a buscar el alivio de la compañía en perfectos desconocidos. Sisi se sentía cómodo siendo él un perfecto desconocido. Lograba, de esa forma, rescatar sólo lo mejor de las personas. Eso, pensaba, que hemos de mostrar al otro antes de que acepte cruzar el umbral de nuestras realidades personales.
Mientras nadie tenía noticias de Sisi, los integrantes de un club de jubilados, una secta de jugadores de ajedrez adictos al jugo de limón, el guardia voyeurista de un edificio y una déspota bibliotecaria se habían convertido en su círculo íntimo de confianza. Sin embargo, cuando Sisi se percató de que con el transcurrir de los contactos sus perfectos desconocidos abandonaban paulatinamente esa condición, decidió desaparecer nuevamente dentro de su soledad. Fue la misma mañana en que se cruzó con esos ojos.