2 de mayo de 2011

a propósito de "Coger por amor"

Eri no es una chica más entre todas las chicas. Está enamorada, y siente que esa condición es la que la diferencia del resto de sus amigas. Hace horas se está mirando en el espejo. Se mira, se repasa, se controla, se examina, se toca, pone todo más acá o más allá, según le parezca. No deja detalles al azar. No puede. Ya demasiado hizo el azar por ella al comienzo de todo. A pesar de saberse escultural, necesita hacer un esfuerzo extra. Así es ella, así se enfrenta con la vida, así despierta miradas.
Está convencida de que lo que siente es amor, y no capricho, como le dijeron. Cómo podría ser un capricho el dormirse y despertarse con él en su cabeza. No podría estar encaprichada si lo que la empuja son las ganas de cruzarlo en algún bar, en alguna esquina, en algún hotel. No, lo que ella siente es amor.
Lo conoció hace poco, sólo dos semanas, cuando empezó el curso de inglés. Él estaba justo detrás, esperando su turno para entregar los papeles de la inscripción. Desde ahí puso en su lugar a la encargada de admisiones cuando no quiso tomar la ficha de Eri por no tener su documento. En realidad, Eri nunca tiene su documento. Ni en ese momento, ni en ningún otro. Él insistió, y después negoció. Eran dos inscriptos, o ninguno. Nadie había apostado así por Eri, y menos aún con una mirada tan limpia, tan simple, tan transparente.
Eri se mira nuevamente en el espejo, se acomoda por última vez, y sale. Está enamorada, y tiene la confianza necesaria para declararlo en su escote, en el ida y vuelta de su cadera, en la altura de sus tacos, en el rojo de sus labios, en lo dulce de su perfume. Él sólo sale de su rutina con una colonia que encuentra bajo la pileta del baño. Seguro es de su hermano. No importa. El resto es jean y zapatillas bajo la primer remera que encontró en el cajón. Es su estilo, es su forma: combinación azarosa. A veces más suerte, a veces menos.
Eri va a llegar 15 minutos antes al encuentro. Va a sentir cosquillas debajo de la panza mientras lo espera. Bien debajo. Tiene chicles en la cartera. Tiene cigarrillos. Tiene una pija que roza los 25 centímetros, y que sólo se despierta cuando coge por amor. El elástico de la tanga le raspa y la excita.
Él no lo sabe, y por eso camina tranquilo, con las manos en los bolsillos. No imagina que esta noche entenderá cuánto hay que sacrificar en nombre del amor. 

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