31 de marzo de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 6"

Sisi busca en los bolsillos más profundos del pantalón más hondo que tiene. Mete la mano hasta la muñeca. Hasta el codo. Hasta el hombro. Hasta la nuca. Es Sisí el que se mete en su bolsillo buscando. A mitad de camino patea piedras por la calle. Las empuja. Las pisa. Las amasa. Las lleva y las trae con las dos piernas, con los dos ojos. Los ojos. Sisi no sabe dónde están ahora los ojos celestes, y recuerda. Antes de recordar patea. Cuando Sisi patea es gol. Sisi corre, grita, festeja, se abraza, lo dedica. La piedra rompe el vidrio, justo al ángulo. Sisi sale del bolsillo más profundo del pantalón más hondo que tiene. Quiere seguir festejando. Quiere treparse al alambrado. Pero la tribuna sigue vacía, como sus bolsillos.

29 de marzo de 2011

a propósito de "Keep the change"

No diría conmovida, pero si perturbada. La conozco desde hace mucho tiempo, y puedo darme cuenta cuando ella está fuera de su propio eje. Así llegó esa tarde. Al abrirle la puerta, intenté darle un beso que nunca llegó a destino. Fue a sentarse directo en el sillón. Ni siquiera se quitó el abrigo. Cruzó sus piernas, y podría jurar que las apretaba como asfixiándolas. Le pregunté si estaba todo en orden. No me contestó. Insistí preocupado.
- Si pasa algo, tenés que contarme- le dije.
No, no pasa nada – me respondió sin levantar la vista del piso.
- Sabés que no te creo, y me estás poniendo mal – continué.
Recostó su cuerpo sobre el respaldar del sillón, lo que me permitió ver sus manos entrelazadas, apenas apoyadas sobre su falda. Me senté junto a ella, me acerqué a su lado, y dándole pequeñas caricias en el pelo volví a preguntar.
- Vamos, contáme qué pasó.
- De verdad, no es nada- fue nuevamente su respuesta.
A esta altura, lo que para mí era una sensación, una sospecha, se había transformado en un hecho. Algo sucedió de camino a mi casa, y ella no quería o no podía compartirlo conmigo. Luego de unos segundos de silencio, en los que traté de idear alguna fórmula para romper con su silencio, habló.
- El taxista- murmuró.
- ¿Qué pasó con el taxista?- le pregunté exaltado.
- Nunca me pasó antes – dijo con la voz quebrada.
- ¿Qué te hizo el taxista? ¿Pudiste verle la cara? ¿Dónde tomaste el taxi? ¿Pudiste ver el número? ¿Qué te hizo? ¡Vamos a llamar a la policía ya mismo! – grité mientras me levantaba de un salto en busca del teléfono.
- No, no. El taxista no me hizo nada. Fueron sus ojos – me dijo mientras se miraba las manos y sus piernas se separaban, relajándose cuan largas eran.
- No entiendo ¿qué te hicieron sus ojos? – contesté tratando de encontrar alguna lógica en su respuesta.
- Sus ojos. Nunca me crucé con una mirada así. Ni siquiera pude ver su cara. Ni siquiera me detuve en el color de su pelo. Ni siquiera recuerdo su voz. Sólo sus ojos. Esos ojos- insistía mientras su mano derecha acunaba a la izquierda, inmóvil.
- Sigo sin entender – le dije.
- Subí al taxi para venir. Me preguntó hacia dónde iríamos. Le contesté, y mientras le daba tu dirección, levanté la mirada para verlo por el espejo. Nunca debí hacerlo. Sus pupilas me amordazaron. Sus pestañas se enredaron en mis piernas, el azul profundo de sus ojos me ahogó. No volví a escuchar su voz hasta llegar acá, pero sus párpados me hablaron todo el tiempo sin parar. Me hicieron sonrojar, me indagaron, me acariciaron, me llevaron lejos, me llenaron de calor, me abrazaron, y no pude más que sentirlos en mí – me contaba, exaltándose cada vez más.
Pude notar cómo la respiración se le aceleraba, y bajo su blusa, el pecho comenzaba a batirse al ritmo del corazón. Sus piernas volvieron a cruzarse, contrajo sus manos y las apretó contra sus pechos.
-   Y que pasó? – le pregunté intrigado.
-  Llegamos juntos, le pagué lo que me dijo, y se fue como si nada. Yo aún lo tengo entre mis dedos – suspiró.

23 de marzo de 2011

a propósito de "Ausencias Divinas I" (fragmentó)

(...) “Tome hijo, cuelgue esta cruz de plata en su cuello. Si alguna vez está cerca del Cancerbero o alguno de sus desangelados, va a sentir el calor del Señor protegiéndolo en esta cruz”, lo instruyó el Principal alguna vez en la sacristía. 
Pero esta tarde el curita estaba solo, y hubiese querido tener las fuerzas y el coraje del padre Osvaldo, pero no podía siquiera darse vuelta. Con la voz quebrada, y sin girar, contestó: “Fondo del Peñar? Para qué querría un cristiano llegar hasta ese lugar perdido?”. Un profuso silencio fue todo lo que siguió luego de sus palabras. La cruz en el pecho del padre dejó de arder, lo que lo animó a darse vuelta para encontrarse totalmente solo, con la calle vacía, como todas las siestas, y dos perros callejeros aullando en la esquina de la plaza principal. (...)

22 de marzo de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 5"

Sisi no entiende de qué hablan los ojos celestes, y asiente sin discutir. La ignorancia como viaducto hacia la satisfacción del deseo es su herramienta más eficaz, y no ha de ponerla en discusión.
Sisi ve basura donde dicen los ojos que hay belleza. Dicen los ojos que Sisi no ve porque no quiere ver, y Sisi duda.
Dicen los ojos que el arte tiene tres caras posibles: una  muestra la realidad tal cual es; otra le agrega una cuota de horror, haciendo que esa realidad algo aún más abominable; y otra, por el contrario, le agrega la belleza que la realidad, tal cual es, quizás nunca pueda tener.
Sisi no entiende, pero mira, y escucha a los ojos diciendo que lo importante es poder ver, y verse, en la suma de realidades: la nuestra, y la del otro, para llegar a lo previo, lo que está allí desde antes. Dicen los ojos que podemos encontrar allí basura, y que ese puede ser el final. O el principio. Dicen los ojos que habría de prestarse atención,  entonces, a quiénes son los que van a ver. Sisi asiente con la mirada, y sólo sabe que el amor tiene ojos celestes.

20 de marzo de 2011

a propósito de tu "Microcuento de regalo"


‎"... y ni cerca del impersonal, añejo, desvencijado y reaccionario pesar que le cayó como tonelada desde el parlante del teléfono, ese momento fue pura luz... hasta dejarlo ciego."

18 de marzo de 2011

a propósito de "El lugar indicado"

Darle la espalda. Tan cruento como eso para ella, y tan contundente para él. Mientras la mira desde ahí se pregunta si acaso pudo planear esta venganza. Tan profundo llegó el golpe, y de una manera tan directa, que insiste en descubrir el camino desandado por esa maquiavélica imaginación para lograr tenerlo allí mismo, casi inerte, tieso, con los ojos fijos y los dientes formando una barrera infranqueable para sus palabras. ¿Qué habría pensado primero? ¿El momento? ¿El lugar? De seguro imaginó cada instancia, cada paso que él daría hasta llegar a ese sitio, que con seguridad marcó una y mil veces con una cruz. Debió suponerlo, debió imaginarlo. Este silencio no es más que un grito desesperado de revancha, de odio, un inconmensurable alarido animal de desprecio envuelto en una sutil ausencia de movimiento y sonidos.
La diferencia entre ellos fue siempre la distancia exactamente proporcional que los guiaba a uno frente al otro. Una matemática ecuación que los llevaba a los extremos, a los polos, a los lados, siempre a la misma distancia, corriéndose, persiguiéndose, amándose. Parado aquí, cree que esa es la única forma de explicar el por qué de su acción, o de su inacción, cual sea. En lugar de ella, él hubiera tomado la más sangrienta de las decisiones. En su lugar hubiera desterrado de un manotazo cualquier indicador de racionalidad. En su lugar se volvería una bestia inhumana, un ente fuera de sí, hambriento y desesperado por devorar cuanta representación de ella se cruzara en el camino. Por el contrario, y en el extremo opuesto, ella decidió –él estaba  seguro de eso- simplemente darle la espalda. Sin más. Sabiendo que estaría aquí, ahora, viéndola, intentando con la mirada sacudir sus hombros para que reaccione. Sabe que él está aquí, sabe que está pensando en el por qué. Sabe todo, porque todo fue planeado. Todo fue meticulosamente colocado en su lugar para llegar a este fin, a este momento. Sabe, y siempre lo supo. Como siempre supo que él sería incapaz de hablarle, de pedirle que gire, de rogarle que vuelva a mirarlo a los ojos.

17 de marzo de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 4"

Sisi decidió ir y volver a pie a todos lados. Aprovechando que las distancias no eran un impedimento para su físico, tomó la alternativa más natural para, lo que él definía, su mientras tanto.
Hacía un tiempo que su deseo de soledad le había generado un fuerte rechazo hacia cualquier aglomeración humana. El transporte público era una de las mayores, por lo que simplemente lo ignoró. Los taxis estaban fuera de alcance de su bolsillo, y las bicicletas se llevaban muy mal con sus hemorroides.
Caminando, decidido a encontrarse consigo mismo en alguna esquina, Sisi respira profundo con cada paso que da. Toma aire por la nariz, lo suelta por la boca. Toma por nariz, suelta por boca. Primero apoya el talón, luego la planta. Primero el talón, luego la planta. Primero  talón, luego nariz, luego planta, y el suspiro que sale por boca.
En el cruce, los ojos se le clavan en la mirada porque lo reconocen y lo sorprenden y lo indagan y lo cuestionan y lo perdonan. Los ojos le sonríen y le agradan y lo enamoran. Los ojos, por ser esos ojos, le limpian la mirada y la oscuridad a Sisi.

16 de marzo de 2011

a propósito de "Graffiteros" (recorte)

(...)Sebastián entendió todo claramente, y de inmediato se decidió a responder. Unos metros más adelante, sobre la misma vereda, se alzaba una pared amplia y vistosa, cortada al medio por una puerta de ingreso a un garage. Marok se acercó, y mirando hacia ambos lados para asegurarse de estar solo, metió la mano en su mochila, sacó uno de sus aerosoles y de una sola pasada estampó un clarísimo “A tu hermana, que es más puta. Marok”.(...)

15 de marzo de 2011

a propósito de las "Ausencias Divinas II" (oto famento)

(..) Ernesto era el nombre de nuestro ocasional chofer. Tenía unos 35 años, y era de un pueblo en La Pampa, de esos con nombre de caudillo, fundador o ciudadano ilustre. Tres años atrás, nos contó, habían muerto su mujer y su hijo en un accidente mientras él manejaba. “Me quedé dormido”, comentó. “Cuando desperté, no era yo. Me sentía vacío, como en otro cuerpo”. Tratamos de imaginarnos la sensación, mientras seguíamos escuchando lo que nos contaba. También nos dijo que los médicos tardaron una semana en darle la noticia de la muerte de su familia. “Creo que no derramé una sola lágrima desde aquel día”, nos confesó sin quitar la vista del camino, al igual que en todo su relato. “Como les dije, desde ese día no soy el mismo”. Cristian me miró dándome su diagnóstico respecto al dudoso estado de normalidad de nuestro guía. Por precaución, y sin que Ernesto lo notara, acordamos dormir por turnos. No fue difícil, y pudimos cumplir con el objetivo a la perfección. (...)

14 de marzo de 2011

a propósito de "Maratón" (Otro fragmento)

(...) Las calles seguían vacías, todos y todo habían desaparecido. Sólo era yo, corriendo, endemoniado, huyendo. Pero a la necesidad de escapar se sumó un vacío. Ya no sólo estaba dejando atrás a mis tres amenazas. Ahora estaba, al mismo tiempo, buscando algo, sin saber qué. Seguro de que nadie me podría maniatar, pero necesitando encontrar algo. Seguí corriendo, corriendo y corriendo.(...)

11 de marzo de 2011

a propósito de "las paces y los peces" (un fragmento)


El sonido de los pasos crujiendo la madera en dirección a la brisa me decidió a abrir los ojos. Pude verla de espaldas, llegar hasta la ventana, salir por ella y sentarse en el verde que comenzaba allí mismo. Estaba desnuda, tal como la recordaba en la última imagen de la noche anterior. Se sentó bajo la lluvia, contrajo sus rodillas contra su pecho, apoyó su mejilla en ellas y con los ojos cerrados se dejó acariciar por las gotas. En otro momento hubiese ido tras ella, la hubiese abrazado, y le hubiese llenado el cuerpo de palabras y de sexo, pero esta vez elegí levantarme despacio, e ir directo hacia el equipo de música.

-                     “Voy a cambiar”, le dije.
-                     “Como quieras”, me contestó indiferente.

10 de marzo de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 3"

Sisi mira el reloj más de 60 veces por minuto. Mira más de 60 segundos por vez. Mira todo el tiempo el reloj estancado. Sigue siendo de madrugada. Sisi reniega de los ojos que se le abren solos. Piensa que están en su contra, que lo hacen a propósito. Sabe que será cuestión de tiempo el poder volver. Sabe también que el camino será largo. A Sisi le duele detrás de los ojos. Es ahí donde, cree, se almacenan los recuerdos.

9 de marzo de 2011

a propósito del origen de "la musiquita"



y si un día fuera a encontrarte sin previo aviso y si un día te abrazara por la cintura y te trajera hasta mí sin previo aviso y si un día acomodara tu flequillo por detrás de tu oreja mientras te miro a los ojos sin previo aviso y si un día no pudiera resistir las ganas de darte un beso sin previo aviso y si un día, sin previo aviso, me invadiera la duda sobre si ese beso sería un acto impuney si un día sintieras unas ganas irrefrenables de darme una cachetada, invasiva, poco sutil, certera, y sin previo aviso... creo, y esto es sólo una hipótesis, que cinco dedos tatuados en el rostro serían la corporización de la enseñanza: el que avisa... no es traidor...

5 de marzo de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 2"


El amor ojos celestes se preocupa cuando Sisi jadea mientras duerme. Tiene miedo de que un día no despierte a tiempo, y siga jadeando para siempre. El amor ojos celestes aprendió a calmar a Sisi, colocándole su mano en la frente, y susurrándole al oído que todo estaría bien, que nada le pasaría y que al día siguiente podría volver a empezar. Pero Sisi vuelve una y otra vez a jadear en sus sueños. El amor ojos celestes lo mira con miedo y dolor en cada ocasión, sabiendo que Sisi podría estar en ese mismo momento escapando de su propia muerte, o de sí mismo. Siempre vuelve a suplicar por la tranquilidad de Sisi, porque sabe que con sus manos podría batir a la muerte que lo persigue, pero nunca podría salvarlo de sí mismo.

4 de marzo de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi"

contó el SR TURCO: "... y a Sisí Varela las piernas le tiemblan, y el desayuno se le atora sobre la cena atorada de la noche anterior. dice que es el pecho, que se sale, o que se va para adentro. dice que es el estómago, que se le estruja. dice que es el tobillo, que cede. dice Sisí que es angustia, y es vacío. el amor ojos verdes no dice nada... Sisí tiene los oídos tapados hace tiempo."

3 de marzo de 2011

a propósito de tu "Loco Abecindario"


Dices: uff! quizo! la s y la z están muy cerca en el teclado

Digo: el tema es adentro de tu cabeza: la z le da por culo a la s mientras la d y p salen de putas. pero en realidad tienen reprimido un profundo amor por la m, eso sí.
la x y la y, dios santo, no les entra más cocaína por la nariz, y seguramente del 0 al 9 son una pandilla de intelectualoides culturosos insoportables, que se masturban en comunidad mirando cómo la ñ y la k hablan en otro idioma y dicen cosas como niña y kilo.
la v y la w? medias hermanas, pero cada una vive en una punta del cerebro. q, r y t: hijas menores, descerebradas, putas como las arañas, una hace rock con la degenerada de la j (que tiene delirios de pop star), la otra le pinta la panza a la o creyendo que es la próxima frida kalo, y la otra que recita poemas que le afana a la e y a la l.
eso si, todo bajo la tutela de los signos de puntuación… que son chiquitos, pero meten miedo... sádicos hijos de puta! juegan con la psiquis de todas las otras desquiciadas del abecedario.
barrio de mierda para vivir, ese cerebro. encima, el bloqueo de mayúsculas del teclado con sus delirios de grandeza.

Dices: y qué onda las e??

Digo: las e????? son el inicio del fin, el último de los infiernos del dante. por las e todo empieza, o termina, depende de cuánta droga y descontrol te aguante el cuerpo.
entre nos: recién las paréntesis me preguntaron si no había lugar en casa... parece que el $, el %, junto con & y =, les están haciendo un apriete sindical. parece que no quieren "subordinadas"

Dices: y las g???

Digo: no te metas con las g. por suerte en esa cabeza rota son las únicas que tratan de llevar algo de calma y sosiego. están atrás, al fondo, donde no las molestan, y donde reciben al resto de descerebradas cuando quieren hacer un retiro espiritual.

Dices: ammmm… son las que se ponen en cuclillas, se agarran las piernas y se mecen de adelante para atrás?? con la vista fija en las H??

Digo: che che che, no se te ocurra meterte en esta historia, eh?

Dices: digo, digo… ya que es mi barrio...

Digo: no es tu barrio, es tu rota cabezota!

Dices: MI… ESA ES LA CLAVE.

2 de marzo de 2011

a propósito de tu "Incurable costumbre de perseguir conejos blancos"


todo un copy/paste

dijo el SR TURCO: "desde la sombra a la vuelta de la esquina. agazapada. media suela hacia la derecha del haz de luz del último foco encendido. con la mirada apenas asomada de lo profundo de un cuello de polera. con la respiración vaporosa luchando contra el frío de la burbuja. con las uñas apretadas contra la palma de una mano que se retuerce sobre sí misma buscando fuerza. con la rodilla presionada contra el suelo mojado de sangre. con los dientes sosteniendo el metal cada vez más helado. con el espinazo erizado de nervios. con las pupilas dilatadas de atención. así espera la última cazadora de conejos al último conejo blanco, aún sin saber si el que está muerto a su lado es el conejo... o la coneja."

IMAGEN DE MARK RYDEN

a propósito de tus "Ordalías del cuerpo"


Ya me convencí de que es hora de estar durmiendo. Hace rato debería haber fundido la oreja contra el colchón, no contra la almohada, para poder sosegar el día y hacer las pases con la noche. No puedo. Por eso escribo. Ahora con casi tres kilos de energía eléctrica serpenteando sobre mis bolas. Con los dedos bailando sobre una pista de mosaicos plásticos, bamboleando el plano con cada pisotón sobre este ABC de madrugada.
La calle está acá cerca, aquí debajo, al alcance de la mano. Con sólo estirarme podría abrir la ventana, levantar la persiana, asomar el cuerpo, parar el tiempo, escupir el paso, volver a entrar y hacer de cuenta que aquí no ha pasado nada. Pero por la calle pasan voces, montadas en risas envueltas en dientes. Dicen que Ja Ja Ja!, que Buahhh!, y que “dale! Beso!”. No puedo dormir por más convencido que esté, si mi remera puede sonreír aún después de una semana de incansable trajín nocturno por pesadillas, nubes, mosquitos, llantos y uñas apretadas.
Más cerca que la calle, están las señales. Todo el tiempo caminan por acá. Empezaron hace rato pero me tomé mi tiempo para elegir el asiento. Sepan disculpar. Recién llego. Acabo de volver del baño. Sigo recordándome sentado al inodoro, con el pantalón cubriéndome los tobillos, un libro de autor local frente a mí, una moneda de 25 centavos a un costado, un desodorante de ambiente dulce como el membrillo en el otro, y unas ganas tremendas de entender si las cosquillas en la panza seguirán ahí, subirán a juntarse con la presión pectoral, o surcarán las olas de mi sistema digestivo para explotar en un enorme reventón allá lejos y hace tiempo. Se me antoja una imagen de crítica cultural para el suplemento del jueves.
Este armario pretende ser lo más cercano a mi declaratoria de herederos. Casi todo lo que tengo está allí dentro. Hace días un hueco en la pared está cayendo por su espalda. Como gotas de concreto que lo están inundando, un tintineo de arena me pone en alerta exactamente cada dos minutos cuarenta y tres segundos. Dato al pedo si los hay, excepto cuando coincide en tiempo y espacio con el andar de las rajas que cruzan al pingüino sobre la mesa de luz. Creado para embeberse de alegría, jamás un vino le llenó el cuenco. Como mi perra que murió sin que un compinche le haga el claro. No era cáncer lo que la mató. Fue la ausencia.
Estaría dormido si por mi fuera. Hace rato. Hace tiempo. Para empezar de cero mañana, en un rato, ahora. Pero no. Un ballet de señoritas ha tomado por asalto esta habitación vacía, y me está carcomiendo el deseo de que sean una sola, despertándome de los recuerdos.

IMAGEN GENTILEZA DE MARO RIGOPOULOS