5 de abril de 2011

a propósito de "las paces y los peces" (un otro momento)

En otra ocasión hubiese recibido una catarata de argumentaciones refutando mi teoría, analizando la situación desde todos los ángulos posibles, para luego tener su cuerpo encima del mío sacudiéndome y llenándome los brazos de besos, la cara de lengüetazos y el cuerpo de sexo, nada más que para demostrar que no era cierto que ella ya no estaba allí. Así nos conocimos, y así nos vivimos. Hasta esa temporada de días en que prefería estar siempre dormido. Días en los que pensaba que ella hacía tiempo estaba ausente aunque estuviese en frente mío. Días en los que ella no corría a llenarse de sexo y canciones conmigo. Días en los que Aristimuño y las gotas y el aroma y las sábanas y la brisa.

- Está lloviendo -, le dije.
- Sí, llueve - me contestó desde la distancia.
- Contáme de la lluvia - le pedí, mientras mantenía mis ojos cerrados.
- Es una interminable cortina de gotitas - me dijo en voz muy baja.
- Me gustaría estar corriendo descalzo por el cordón de la vereda, pateando el agua que corre - dije pensando, otra vez, en voz alta.

Nuevamente me contestó el silencio.