20 de abril de 2011

a propósito de "las paces y los peces" (otro paréntesis de antes... o después)

En la cama seguía sólo yo, inquieto por dentro, pero con una apacible rigidez a la vista de quien pudiera  contemplarme. Ella se había despegado de mí, de las sábanas, de la cama, hasta creo que de ella misma. Si bien percibí que su cuerpo estaba presente en la habitación, en el mismo lugar de siempre, ella hacía tiempo ya no estaba ahí. Afuera las gotas se habían adueñado de la mañana, y ya todo era olor a humedad, a tierra mojada, a burbujas de agua dulce.
-Estás despierto - me dijo con su voz entremezclándose con la música de Aristimuño que seguía decorando la habitación.
-No, no estoy despierto.
-Sí, estás despierto.
-¿Cómo podés saberlo? - le contesté disparando en voz alta lo que me preguntaba a mí mismo.
-Porque estás respirando distinto a como respiras cuando dormís - me contestó con tono de especialista.
-¿Cómo podés saberlo? Si no estás acá - le dije sin esperar respuesta.