17 de marzo de 2011

a propósito de "Levántate, Sisi. Parte 4"

Sisi decidió ir y volver a pie a todos lados. Aprovechando que las distancias no eran un impedimento para su físico, tomó la alternativa más natural para, lo que él definía, su mientras tanto.
Hacía un tiempo que su deseo de soledad le había generado un fuerte rechazo hacia cualquier aglomeración humana. El transporte público era una de las mayores, por lo que simplemente lo ignoró. Los taxis estaban fuera de alcance de su bolsillo, y las bicicletas se llevaban muy mal con sus hemorroides.
Caminando, decidido a encontrarse consigo mismo en alguna esquina, Sisi respira profundo con cada paso que da. Toma aire por la nariz, lo suelta por la boca. Toma por nariz, suelta por boca. Primero apoya el talón, luego la planta. Primero el talón, luego la planta. Primero  talón, luego nariz, luego planta, y el suspiro que sale por boca.
En el cruce, los ojos se le clavan en la mirada porque lo reconocen y lo sorprenden y lo indagan y lo cuestionan y lo perdonan. Los ojos le sonríen y le agradan y lo enamoran. Los ojos, por ser esos ojos, le limpian la mirada y la oscuridad a Sisi.