11 de marzo de 2011

a propósito de "las paces y los peces" (un fragmento)


El sonido de los pasos crujiendo la madera en dirección a la brisa me decidió a abrir los ojos. Pude verla de espaldas, llegar hasta la ventana, salir por ella y sentarse en el verde que comenzaba allí mismo. Estaba desnuda, tal como la recordaba en la última imagen de la noche anterior. Se sentó bajo la lluvia, contrajo sus rodillas contra su pecho, apoyó su mejilla en ellas y con los ojos cerrados se dejó acariciar por las gotas. En otro momento hubiese ido tras ella, la hubiese abrazado, y le hubiese llenado el cuerpo de palabras y de sexo, pero esta vez elegí levantarme despacio, e ir directo hacia el equipo de música.

-                     “Voy a cambiar”, le dije.
-                     “Como quieras”, me contestó indiferente.