18 de marzo de 2011

a propósito de "El lugar indicado"

Darle la espalda. Tan cruento como eso para ella, y tan contundente para él. Mientras la mira desde ahí se pregunta si acaso pudo planear esta venganza. Tan profundo llegó el golpe, y de una manera tan directa, que insiste en descubrir el camino desandado por esa maquiavélica imaginación para lograr tenerlo allí mismo, casi inerte, tieso, con los ojos fijos y los dientes formando una barrera infranqueable para sus palabras. ¿Qué habría pensado primero? ¿El momento? ¿El lugar? De seguro imaginó cada instancia, cada paso que él daría hasta llegar a ese sitio, que con seguridad marcó una y mil veces con una cruz. Debió suponerlo, debió imaginarlo. Este silencio no es más que un grito desesperado de revancha, de odio, un inconmensurable alarido animal de desprecio envuelto en una sutil ausencia de movimiento y sonidos.
La diferencia entre ellos fue siempre la distancia exactamente proporcional que los guiaba a uno frente al otro. Una matemática ecuación que los llevaba a los extremos, a los polos, a los lados, siempre a la misma distancia, corriéndose, persiguiéndose, amándose. Parado aquí, cree que esa es la única forma de explicar el por qué de su acción, o de su inacción, cual sea. En lugar de ella, él hubiera tomado la más sangrienta de las decisiones. En su lugar hubiera desterrado de un manotazo cualquier indicador de racionalidad. En su lugar se volvería una bestia inhumana, un ente fuera de sí, hambriento y desesperado por devorar cuanta representación de ella se cruzara en el camino. Por el contrario, y en el extremo opuesto, ella decidió –él estaba  seguro de eso- simplemente darle la espalda. Sin más. Sabiendo que estaría aquí, ahora, viéndola, intentando con la mirada sacudir sus hombros para que reaccione. Sabe que él está aquí, sabe que está pensando en el por qué. Sabe todo, porque todo fue planeado. Todo fue meticulosamente colocado en su lugar para llegar a este fin, a este momento. Sabe, y siempre lo supo. Como siempre supo que él sería incapaz de hablarle, de pedirle que gire, de rogarle que vuelva a mirarlo a los ojos.