- Está lloviendo -, le dije.
- Sí, llueve - me contestó desde la distancia.
- Contáme de la lluvia - le pedí, mientras mantenía mis ojos cerrados.
- Es una interminable cortina de gotitas - me dijo en voz muy baja.
- Me gustaría estar corriendo descalzo por el cordón de la vereda, pateando el agua que corre - dije pensando, otra vez, en voz alta.
Nuevamente me contestó el silencio.