Pero esta tarde el curita estaba solo, y hubiese querido tener las fuerzas y el coraje del padre Osvaldo, pero no podía siquiera darse vuelta. Con la voz quebrada, y sin girar, contestó: “Fondo del Peñar? Para qué querría un cristiano llegar hasta ese lugar perdido?”. Un profuso silencio fue todo lo que siguió luego de sus palabras. La cruz en el pecho del padre dejó de arder, lo que lo animó a darse vuelta para encontrarse totalmente solo, con la calle vacía, como todas las siestas, y dos perros callejeros aullando en la esquina de la plaza principal. (...)