9 de junio de 2011

a propósito de "Vocación"

Mateo cruza los brazos y aprieta los labios, obligándolos a curvarse hacia fuera. Endurece las piernas que le cuelgan de la silla, pero aún no tocan el piso, para demostrar que tan rígidas como su cuerpito son sus determinaciones. De las pestañas largas y onduladas empiezan a descolgarse lagrimitas que se desbordan de los ojitos colorados. Del otro lado de la mesa, el televisor sigue prometiendo un mundo de policías y ladrones, vaqueros y luchadores musculosos con capas y capuchas. A su lado, papá Juan ni siquiera abrió la boca, porque con la mirada ya fue suficiente. Desde la puerta del comedor, mamá Lucía sigue diciéndole que mañana lo espera el cole, y el desayuno temprano, y el transporte, y la seño Pao.
Mateo cede, pero no claudica. Mientras mamá Pao prepara la cama, se escapa a la cocina, roba un papel y un lápiz, y escribe lo que será su primer juramento de vida.
Entre palotes y garabatos, sentencia que, llegado el día, será él quien con sus propias manos dé muerte al horario de protección al menor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario