13 de mayo de 2011

a propósito de "Mesa para ocho" (Cap. 2)

Seba y Nati están juntos desde hace poco más de 6 meses. Aceptaron la invitación sin estar convencidos de tener ganas, pero sabiendo que es el momento de fortalecer la relación. Estuvieron separados los últimos días, después de plantearse si realmente podían continuar juntos. Cansados de discutir, uno de ellos dijo basta, pero volvió. Hoy están mejor que nunca. Volvieron a encontrarse. Volvieron a sentirse. Ahora, prometen, no volverán a equivocarse. Ahora, aseguran, no reprimirán nada. Seba salió antes del trabajo para sorprender a Nati. Ella está lista porque siempre está lista. A él le falta todo, porque siempre le falta todo. Los primeros besos son, en estos días, como pequeños hurtos sin culpables. Son como el “pan-queso” de los partidos en la canchita del barrio. Son quitados con permiso. Son apenas insinuados, casi con culpa, casi esperando respuestas. Si  me besa, lo beso. Si me besa, la beso.
Nati ama profundamente la música. Está todo el tiempo acompañada por ella. Ahora escucha a su solista preferido. Se deja llevar por el espíritu pop del sonido. Ella se siente pop, ella se siente estrella. Así vive, así siente. Sebastián baja las luces ni bien llega, la abraza por atrás, y baila con ella. La besa en la mejilla, le muerde el lóbulo de la oreja, le recorre el cuello con la lengua, le acaricia las tetas, la apoya fuerte en el culo, para que lo sienta, le mete la mano debajo de la calza negra, la lleva contra la pared, la hace girar, le busca la boca, y la besa tan profundo que los dos pierden el equilibrio y caen en picada hasta el suelo. Seba y Nati van a llegar a tiempo, después de recoger la ropa, después de bañarse, después de llegar, juntos, una y otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario