23 de mayo de 2011

a propósito de "Fin de fiesta"

Apenas si podía abrir los ojos. Ni bien se despertó, una profunda puntada le recorrió la parte baja de la nuca. La primera reacción fue insultar al dolor, pretendiendo analgesia. Convencida de que no funcionaría, decidió levantarse. La puerta estaba inusualmente cerrada, pero no reparó en el detalle. Estaba más bien ocupada en mantener el equilibrio, sacarse el flequillo de los ojos, y remover el pegote de lagañas que se le empastaba con los rastros de delineador.
Pensaba en ir al baño a enfrentarse cara a cara con el espejo, pero el ruido del agua corriendo en la pileta de la cocina le hizo cambiar el rumbo. Pasó por la puerta del otro dormitorio, vio que estaba entreabierta, y se preguntó si su amiga estaría sola, o con el amigo de José. Se inclinó por esta segunda opción. Por lo general a Eva se la escuchaba roncar con un soplido bajito, lo que servía para poder definir si estaba en la casa o no. Si bien el silencio total le llamó la atención, más aún le pellizcaba la duda sobre el agua en la cocina.
Siguió caminando por el pasillo, cruzó el comedor, llegó a la entrada de la cocina y se asomo bien despacio por el marco de la puerta. Se encontró con la espalda del Pelado, parado frente a la pileta, refregando algo bajo el chorro. Ver al Pelado la relajó por completo. Se le ocurrió putearlo por lo que consideró un susto, pero prefirió acercarse a buscar un beso. Se le arrimó despacio, lo abrazó por atrás, y apoyó la oreja en su espalda. Sintió que su chico respiraba raro. Lento, pero entrecortado. Supuso que sería secuela de todo lo que habían fumado durante el cumpleaños. El Pelado movía los brazos lentamente, y sus manos seguían refregando algo bajo el agua, que continuaba cayendo desde la canilla, y ya empezaba a juntarse en la pileta.
- Eva sigue desnucada – le susurró al oído, cómplice. A esa hora, por lo general, le gustaba sentir a su novio adentro un par de veces, antes de empezar el día.
- Si – contestó el Pelado - Eva murió.
- Sep, como siempre. – respondió sin pensar mientras se asomaba hacia la pileta.
Dos segundos fueron los que tardó en ver las manos del Pelado llenas de sangre. Lo mismo que tardó en darse cuenta y pegar un alarido aterrador.

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